Ya no merece la pena, supongo que este es el adiós definitivo. Es que no puedo más, no soy de hierro, intento serlo, pero no puedo más. Me encantaría que esto no pasase, pero ha pasado, y, desde luego, no ha sido mi culpa, ni siquiera la tuya, pero ha pasado, y hay cosas que yo no puedo olvidar, quizá ni siquiera perdonar.
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